Pero sí, hay esperanza! Muchas personas tratan de cambiar por mejorar su educación o su disciplina.
No todos estos esfuerzos son malos, pero una esclavitud espiritual necesita una liberación espiritual, El Señor Jesucristo es el Libertador.
No hay ataduras que Él no pueda romper. Las cadenas del pecado y el propio Satanás ceden cuando Jesús toma el control de nuestra vida.